LOS RELATOS DE TERROR Y MISTERIO

“Una historia que hablase de los misteriosos temores de la naturaleza y que despertase el más intenso de los terrores, una historia que creara en el lector miedo a mirar a su alrededor, que helase la sangre y acelerase los latidos del corazón.”

Mary W. Shelley: Prefacio, en Frankenstein o el moderno Prometeo.

El cuento de terror, horror, misterio o miedo, es un relato literario breve, generalmente fantástico, cuyo principal objetivo es provocar el escalofrío, el desasosiego o la inquietud en el lector.

Desde los tiempos más remotos, el hombre ha explotado los miedos, tanto propios como ajenos, a través de la creatividad, del arte, del mito. Surgen leyendas y personajes que provocan pavor hasta a los más incrédulos. Cualquier persona ha experimentado una sensación inquietante bajo la lectura o la escucha de cuentos y otros relatos que estimulaban el miedo, o a través de la imaginación de personajes o situaciones que simbolizaban el pánico: el lobo, penetrar en el bosque, la noche, los cementerios, estar en casa solos…

Con los mitos o las leyendas populares, y desde la Antigüedad, la ficción literaria universal, ha obsequiado con historias que pueblan el colectivo imaginario de Oriente a Occidente: La India, Mesopotamia, América del Sur, la Antigua Grecia y Roma, los pueblos nórdicos y celtas…

En la Edad Media, las crónicas aparecen llenas de historia sobre ogros, aparecidos, brujas, duendes, vampiros, hombres lobo y otros seres y animales malditos. Las historias genuinas y deformadas y en infinitas versiones, se han  dirigido siempre a un público en el que no se diferenciaban las edades.

Junto a estas historias aparecen el relato fantástico y la llamada novela gótica,la cual floreció en la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX, entre Racionalismo y Romanticismo. Los grandes novelistas góticos, se  inspiraron principalmente en el romanticismo alemán y en autores como Daniel Defoe, S. T. Coleridge, o el Marqués de Sade, así como en los demonios de Goethe y los fantasmas de Shakespeare.

Las características de este género pasan en primer lugar por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos con fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños e insólitos, y grandes peligros.

En España, el romántico tardío Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) fue muy aclamado por sus Leyendas, las cuales contienen algunos relatos de miedo (“El monte de las Ánimas”, “El miserere”, “Maese Pérez el organista”...).

       Uno de los pioneros del género es Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, con Der Sandmann, que narra, de forma epistolar, la historia de un estudiante que desde la infancia tiene un miedo atroz a que The Sandman venga en sus sueños a arrancarle los ojos.

      Otra obra bastante influyente fue El Monje, de Matthew Gregory Lewis, quien introdujo el terror gótico con la historia del monje Ambrosio.

      ¿Y qué decir de Edgar Allan Poe? Con su gran capacidad narrativa nos presentaba un escenario espeluznante y escalofriante en el que, aunque no pasara nada, el ambiente , la atmósfera que envolvía el relato, era capaz de inquietar y de provocar desazón en los lectores. Se movió casi siempre entre el misterio y el terror, con relatos como El Corazón Delator, El Cuervo o El Gato Negro.

Partiendo del contemporáneo de Poe, Charles Dickens, que ofreció historias como “La casa encantada” o “El guardavías”, en la segunda mitad del siglo XIX, el terror encontró un grupo de destacados cultivadores que eran los más importantes novelistas de la época y de todos los tiempos: Robert Louis Stevenson (“Markheim”), Rudyard Kipling (“El rickshaw fantasma”), Arthur Conan Doyle (“El parásito”), H. G. Wells (“El difunto míster Elvesham”), Henry James (“Los amigos de los amigos”), Bram Stoker (“El entierro de las ratas”)...

H. P. Lovecraft (1890-1937), norteamericano, es reconocido por la crítica, junto a Poe, como el máximo exponente del cuento de terror. Su aportación más importante fue el llamado cuento materialista de terror, que mezcla el espanto con la ciencia-ficción.

En algún momento posterior se concibió el concepto de literatura de terror moderna, en donde se introdujo un nuevo elemento en los relatos. Pasamos de fantasmas y espíritus, de un terror provocado por un ente al terror provocado por monstruos. Precisamente es una discípulo de Poe, Mary Shelley, la que en 1817 escribiría Frankenstein o el moderno Prometeo. Todo un clásico del terror y de la ciencia ficción.  Nikolai Vasilievich Gogol escribe Viy, un relato en donde se manifiestan toda clase de seres terroríficos: vampiros, brujas, demonios… Los dos autores pusieron en sus obras los materiales que aprovecharía Bram Stoker para que, a través de Drácula, pusiera definitivamente la base del terror moderno. Este autor, junto a Lovecraft, realizó un gran trabajo introduciendo al monstruo como parte importante del género. Pero siempre centrándose más en el terror psicológico que en el físico.

Entre los más conocidos autores contemporáneos, en su mayoría norteamericanos, hay que mencionar a Robert Aickman (“Las espadas”), T. E. D. Klein (“Los hijos del reino”), Dan Simmons (“El río Estigia fluye corriente

arriba”), Ramsey Campbell (“La camada”), Peter Straub (“La esposa del general”), Dean Koontz (“Terra Phobia”), Theodore Sturgeon (“Segmento brillante”), los clásicos Richard Matheson (“A través de los canales”) y Ray Bradbury (“Y la roca gritó”), el rompedor Clive Barker (“Terror”) y el tan leído Stephen King (“La niebla”). Casi todos estos autores han cultivado también magistralmente la ciencia-ficción, especialmente Bradbury y Matheson.

La influencia de la literatura fantástica anglosajona se observa en la obra de los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, a partir de las primeras décadas del siglo XX. Aunque el subgénero de cuento gótico o de terror no fue el más desarrollado por estos autores y por sus continuadores (Silvina Ocampo, Juan Rodolfo Wilcock...), sí lo es el llamado cuento fantástico.

Los hispanoamericanos, por tanto, rinden culto a los considerados por ellos maestros de la narrativa breve: Edgar Allan Poe, R. L. Stevenson, G. K. Chesterton, Lord Dunsany, Nathaniel Hawthorne, Henry James…

En España, aparte del ya mencionado Bécquer, a lo largo de los siglos XIX y XX, escribieron cuentos de miedo, entre otros, autores destacados como Agustín Pérez Zaragoza (colección Galería fúnebre de espectros y sombras ensangrentadas), Emilia Pardo Bazán (“La resucitada”), Pedro Antonio de Alarcón (“La mujer alta”), Wenceslao Fernández Flórez (“El claro en el bosque”), Pío Baroja (“Médium”), Miguel de Unamuno (“El que se enterró”) y Noel Clarasó (“Más allá de la muerte”). Y más modernamente, Emilio Carrere (“La casa de la cruz”), Juan Perucho (colección Aparicions i fantasmes), Alfonso Sastre (colección Las noches lúgubres), Juan Benet (“Catálisis”), Leopoldo María Panero (“El lugar del hijo”), José María Merino (“Los libros vacíos”), Javier Marías (“No

más amores”), Luis Mateo Díez (“Los males menores”), Cristina Fernández Cubas (“El ángulo del horror”), Pilar Pedraza (“Anfiteatro”), José María   

Latorre (“La noche de Cagliostro”), Gregorio Morales (“El devorador de sombras”), Ángel Olgoso (“Los demonios del lugar”).

Los títulos más valorados entre los cuentos de terror, en orden a la especial atención, que han recibido tradicionalmente el elogio por parte de antologistas y críticos, son:

“El gato negro”, “La caída de la casa Usher”, “El barril de amontillado”, “El corazón delator”, de Edgar Allan Poe. “El horror de Dunwich”, “La sombra sobre Innsmouth”, de Lovecraft. “El Horla”, de Maupassant. “Un terror sagrado”, “La ventana tapiada”, de Ambrose Bierce. “El rincón alegre”, de Henry James. *“El enemigo”, de Chejov. “Té verde”, de Sheridan Le Fanu. “El armario”, de Thomas Mann. “La pata de mono”, de W. W. Jacobs. “Silba y acudiré”, de M. R. James. “El guardavías”, de Dickens. “Las ratas del cementerio”, de Henry Kuttner. “Una rosa para Emily”, de Faulkner. “Luvina”, de Juan Rulfo. “El médico rural”, de Kafka. “Las hermanas”, de Joyce. “El fumador de pipa”, de Martin Armstrong. “El burlado”, de Jack London. “Vinum Sabbati” ( o “El polvo blanco”), “El gran dios Pan”, de Arthur Machen. “Janet, la del cuello torcido”, de Stevenson. “El Wendigo”, de Algernon Blackwood. “La casa del juez”, de Bram Stoker. “Casa tomada”, de Julio Cortázar. “La balsa”, de Stephen King.